2012/04/29

Correctores, editoriales, ortografía

Ayer, en la radio, en NEUDC, hablaban del trabajo de los correctores en las editoriales. Sobre cómo cada vez se valora menos su trabajo, hasta el punto de hablar de la leyenda urbana de algunos ebooks donde, cada vez que un lector hace una corrección, ésta se envía a la editorial para sucesivas ediciones. O sea, no hay correctores, que corrijan los lectores.

Yo soy uno de los que valoran la corrección en un texto. Siempre lo he hecho, y más aún desde que mi trabajo incluía tareas como escribir textos y corregir los de otros. Cada uno sabía que los fallos del texto escrito eran trabajo para el siguiente eslabón. Por ello me resulta un poco ambiguo todo el discurso sobre los correctores; me cuesta apartarme de la idea de que un escritor vive del lenguaje, y no dominar la ortografía es tan inconcebible como un carpintero que no sepa usar una lija y entregue sus trabajos... pues eso, llenos de rebabas.

Tal vez haya que asumir que existe gente con cosas que contar, con talento para hacerlo, y que si por tener mala ortografía no escribe, nos perderemos algo bueno. La verdad es que, si fuera mi caso, me buscaría yo mismo un corrector para evitarme la vergüenza.

Sobre la opinión original, estoy de acuerdo en que la corrección no tiene el peso que tenía. Probablemente se deba a que ahora es más fácil y barato editar cualquier documento, se ha trivializado. Cualquiera escribe, y al bajar el coste de la edición, el precio de un corrector significa una porción mayor del total. Cuando encuentro un libro reciente donde se cuida ese aspecto, más que parecerme lo normal, lo valoro especialmente.

Estoy leyendo ahora Peñas arriba, en una edición de hace muchos años, del tipo "Las 30 mejores obras de la literatura universal", encuadernados en cartoné, nada de lo que esperar una calidad sobresaliente. Letra pequeña, papel ya amarilleando. Una impresión no muy favorable cuando lo empecé. Pero, habiendo llegado a la página 150, no he encontrado ninguna errata.

Ayer mismo, para completar la serie de eventos relacionados, me encontré con este cartel mientras hacía la compra. Antes de asimilar conscientemente el significado del cartel, lo primero que pensé es en algún tipo de maridaje entre los dulces y algún vino, tal vez de la zona.

Vale, de acuerdo, no creo que nadie vaya a los supermercados buscando literatura de calidad. Bueno, salvo en la sección de libros; me refiero a los carteles publicitarios, precios, ofertas. Pero, ¿tan difícil es que la persona encargada de preparar los carteles sepa escribir y ponga un mínimo de atención? ¿Que algún encargado, o alguien que sí sepa escribir, pegue un grito y cambien los carteles en no más de un par de horas desde que los pongan a la vista? ¿O, tal vez, es algún truco de marketing, como que la gente pensará que, si ni siquiera saben escribir, venderán más barato?

2012/04/15

Wifi: hay gente pa'tó

Hace ya casi un año que vi este anuncio pegado en las paredes cercanas a mi casa. Me llamó la atención por varias cosas: publicidad engañosa (¿para siempre?), y actividad, si no ilegal, poco ética. Así que foto al canto, material para escribir un poco. Pero la dejé ahí, abandonadita, y otros la colgaron en la red antes que yo.

Hace poco he visto, de nuevo en los alrededores, este otro anuncio. Y aún no lo he visto en internet... Lo primero que pensé es que, al saturarse el mercado para los servicios de hace un año, los mismos habían cambiado el producto y ahora se dedicaban a deshacer lo que hicieron. Pero no, a no ser que hayan cambiado de nombre y teléfono, parece que no son los mismos.

Pensándolo bien son mercados complementarios, así que el trabajo que haga uno puede significar encargos para el otro...

2012/04/14

Cultura traigo, oiga...

Los que recuerdo como clásicos son el chatarrero, el colchonero lanero y el tapicero. Viajan en una furgoneta, altavoces sobre el techo, y recorren el barrio o el pueblo anunciando su producto una y otra vez.

Hoy, por primera vez, encima de la furgoneta usada para colocar los carteles del teatro municipal, unos altavoces invitaban, sobre música de actualidad, a disfrutar de la mejor oferta cultural. ¡Este fin de semana, ven al Rabal! ¡Pinto es cultura!