Como pasa con casi todas las cosas, algunos asuntos son importantes pero bueno, ya habrá tiempo, o que vayan empezando otros, o... hasta que nos tocan el bolsillo. Ahí la cosa cambia, y el problema, que era una cosa muy importante, pero abstracta, se convierte en algo personal e ineludible.
En esta línea encuadraría las interesantes propuestas de Nicolas Sarkozy. La que más llama mi atención viene a buscar una solución a esta cuestión: con el libre mercado, la rentabilidad de hacer las cosas bien es limitada, si alguien que las hace mal puede venderlas más baratas.
Es por ello que propone imponer aranceles a los productos procedentes de países que no respeten el protocolo de Kyoto. Pero además, propone rebajar impuestos sobre productos ecológicos, gravar a los coches más contaminantes, y también penalizar el consumo de energía procedente de combustibles fósiles.
No contento con eso, buscará potenciar el transporte ferroviario y fluvial, en detrimento del aéreo y del realizado por carretera. Eso sí, que alguien le diga que la alta velocidad no es la panacea en cuanto a eficiencia energética, ni en universalidad de servicio.
Por último se dirige a la agricultura, atacando (discretamente) a los productos modificados genéticamente, y promoviendo una reducción del uso de pesticidas.
Un montón de ilusionantes propuestas, de momento. Habrá que esperar si llegan a hacerse realidad en Francia y, si el presidente galo se sale con la suya, en el resto de la Unión Europea.
Para tratarse de la derecha conservadora, y llevar en el poder menos de un año (lo cual aleja sospechas de propaganda electoral), no está nada mal.
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