El post sobre los créditos rápidos que publiqué el otro día me lleva a otras ideas relacionadas con el tema de la vivienda.
Hablaba de la posibilidad de convertir nuestros deseos en realidad de forma inmediata, y cómo eso choca con la cultura del esfuerzo y del ahorro que nos dejaronnuestros padres. A mí, al menos.
Empiezo pidiendo disculpas a muchos, que no se sentirán identificados con lo que voy a decir. No sé si son mayoría o minoría, pero lo que cuento no es excepción, lo he visto por muchas partes. Intentaré no referirme, además, a la situación, sólo a la gente.
Me refiero a estos que se quejan, mucho, que reivindican su derecho a la vivienda, apelando a la Constitución y a lo que haga falta. La vivienda, que sea digna, por favor.
Son estos mismos que entran a trabajar y se compran, o cambian de coche. Que no perdonan un fin de semana para salir de juerga. Que viajan mucho porque, total, nunca van a juntar suficiente para comprarse un piso.
Para ellos los bancos son unos ladrones, porque les niegan su derecho. Aunque en realidad sean el camino que tienen para conseguirlo.
Los constructores son unos especuladores, que comercian con un bien de primera necesidad.
Los empresarios, unos explotadores que comercian con nuestro tiempo, nuestra vida.
Y si alguien se ha comprado varios pisos, para alquilarlos, para disfrutarlos, o porque le da la gana, es un burgués, un especulador, y hay que mandarlo a la hoguera. O freírle a impuestos, o expropiarle, tanto da.
Son los mismos que, si les toca una VPO, babearán pensando en lo que va a subir, y lo que ganarían si la vendiesen. Por supuesto, cobrando en negro. Porque, claro, si me quiero comprar una más grande, tengo que venderla cara, o no me llega.
Y quienes salen a la calle, gritan, piden, y no parece que hagan mucho más.
Sé que es muy difícil, pero ¿no hay otra manera? Si los males del mercado libre hacen que los que hacen casas cobren caro, ¿no nos las podemos hacer nosotros? Si la ciudad en la que vivo está cara, ¿no me puedo ir a otra?
Piensan que hay que hacer sacrificios para satisfacer a unos señores muy malos. Pues no, hay que hacerlos porque a todo el mundo le gusta comer, porque nada es gratis. Porque el dinero no nace bajo las piedras ni cae del cielo, hay que ganarlo. Y hay quien lo gana haciendo casas, o prestando dinero, o vendiendo caro lo que fabrica barato. Y si no nos parece justo, ejerzamos el derecho de elegir profesión y ejercerla, de constituir empresas, de fabricar viviendas, coches o muñecas hinchables, y el de regalar nuestro trabajo y nuestros insomnios a otros, porque tienen derecho.
Mira tú por dónde, un día después de publicar esto, llego a este blog donde alguien, harto de precios e hipotecas, se lanza a comprar un terreno con ruina encima, y hacerse su casa.
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