He oído esta mañana en la radio un anuncio de la Agencia Tributaria, alias "Hacienda".
Mejoras sanitarias, infraestructuras, escuelas públicas... Cada vez que alguien defrauda todos perdemos algo. Por eso la Agencia Tributaria trabaja decididamente contra el fraude fiscal, actuando ante esos pocos insolidarios, para que tú y toda la sociedad gane en bienestar.
Me ha gustado, porque refleja bastante bien el mensaje que trato de transmitir muchas veces a personas cercanas, en conversaciones que suelen terminar con un "sí, pero..." o una mirada de "vale, vale, lo que tú digas".
En resumen, vienen a decir que hay una serie de beneficios que disfrutamos, pagados por el Estado, que no salen de la nada. Que se financian, en la mayor parte, a través de los impuestos. Y que cuando alguien deja de pagar impuestos, su actitud es más bien insolidaria, pues disfruta de esos beneficios igual que los demás, que sí pagan.
Desde mi punto de vista no se trata de "engañar a Hacienda", ese señor grande y abstracto. Se trata de engañar, muchas veces con chuleo incluido, a los que sí pagamos.
Buscando algún enlace en este sentido he encontrado información relacionada, aunque en sentido contrario.
Me entero por ella de que la AEAT ha montado una campaña lúdico-formativa, dirigida a nuestros futuros contribuyentes, en la que trata de comunicar esta idea.
Juan Ramón Rallo, desde LD, se empeña en calificar este intento de doctrinario, abogando por la liberalización de todos los servicios, y resaltando el caracter recaudador y glotón del Estado. Y no le extraña que la AEAT "necesite de este tipo de campañas para autolegitimarse: el mejor ciudadano es el más sumiso, el que más impuestos paga, el más 'solidario', el más izquierdista".
Todo esto derivaría en una discusión sobre las ventajas e inconvenientes de un modelo ultraliberal frente a un modelo más social, sobre si es mejor que cada uno se busque sus habichuelas o es bueno que el Estado garantice ciertos derechos de forma universal.
Esta discusión se puede mantener en los cafés, en las mesas de debate o en las urnas. Pero saltarnos las reglas, mejores o peores, cuando no convienen, no está bien (sobre todo, para quienes las cumplen).
Hablando de liberalismo y privatizaciones, me encuentro con un artículo que habla, con detalle, contra las privatizaciones salvajes. Entre otras frases me llama la atención ésta:
¿Te imaginas pagar cada vez que tiras de la cadena? Si la gestión del alcantarillado la realizara una empresa privada seguramente se mediría la cantidad de residuos generados por hogar y se cobrarían en consecuencia
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