Oigo hablar en la radio hace un rato a alguien cuyo cargo es algo así como presidente de una asociación de empresarios de hostelería. Aunque pillo la entrevista a medias, es obvio que comenta la declaración de Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad: 'Se prohibirá fumar en todos los espacios públicos, sitios de ocio y restaurantes'.
Destaca lo inoportuno de la misma, especialmente ahora, en plena crisis. Según él, llevarla a cabo puede dar lugar a un descenso en las ventas tan importante que, probablemente, sea el fin de unos 5000 bares o restaurantes.
Yo me pregunto hasta qué punto la gente va a los bares a fumar, si llegarán al extremo de dejar de ir si les prohíben quemar tabaco en ellos. No sé si renunciarán a los cafés, la tostada, el menú del día, la caña o la copa, por no poder fumar. Renunciar al tabaco puede ser más difícil, pero sería sin duda más ventajoso. Y por otra parte la gente es capaz de trabajar sin fumar, y lo que uno hace en los bares parece más agradable.
Puede que afecte a la venta de tabaco. Que, por otra parte, no parece que se vaya a prohibir. Al fin y al cabo genera impuestos.
Pero ya sería raro que, como dicen, los fumadores compren la lata en el chino para irse a fumar al parque. Igual les venía bien dar un paseo, pero seguro que en el bar se está mejor.
Por otra parte yo, como no fumador, la considero buena medida. Y a lo mejor voy de bares más que antes, mira tú. En lo único que coincido es en que, por culpa de no haber dado este valiente paso de golpe, algunos hosteleros se han gastado una pasta en reformar el local creando zonas de fumadores que, ahora, no valdrán para nada.
2 comentarios:
Esto es una conjetura: a lo mejor hacen una excepción para los que ya han puesto las peceras ¿no' Si no, pues deberían (aunque a mí no me gusta que fumen en los bares xD)
Creo que la medida tenía que haber sido tajante desde el prinicpio, porque así la misma queja se ha producido dos veces, por parte de hosteleros y fumadores.
A mi particularmente no me molesta que se fume, lo que me molesta es el no saborear una comida, o el llegar a casa con toda la ropa y el pelo oliendo a humo.
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