De nuevo, Metro me da tema para escribir. Leo en la portada de hoy un artículo titulado “La crisis se agudiza por la hipoteca y la gasolina”. Y como texto independiente, una cita: “A este paso, no voy a poder pagar mi casa ni tampoco ir en coche al trabajo”.
Sé que el Euribor aprieta. Que la inflación no perdona. Que el panorama no está muy animado.
Pero me llama la atención que, en la misma frase, se hable de estas dos cosas dándoles la misma importancia. O sea: ¿no sería posible dejar el coche en casa y, con el ahorro, contribuir a pagar la hipoteca?
Aunque mi preocupación va, más bien, por otro lado. Y es enfrentar el drama que para alguien representa no ir en coche al trabajo, al problema que supone que tanta, tantísima gente vaya en coche al trabajo. Aunque el trabajo esté a cinco minutos de paseo. Aunque haya que tragarse una hora de atasco. Aunque haya que estar todo el día pendiente del ticket de aparcamiento. Y, sobre todo, aunque los coches llenen el aire de porquería, o de ruido nuestro entorno.
Por eso, porque me preocupa esto último, mis sentimientos sobre el precio del combustible son mixtos. Como conductor, malo para el bolsillo. Pero si sirve para que se use menos el coche, bien me parece.
Y ahora, una confesión: sí, después de todo lo que escribo por aquí, he de decir que uso habitualmente el coche para ir a trabajar. He ido mucho tiempo en Metro+tren, luego fui andando otra temporada, y ahora uso el coche. Eso sí, intento pensar en algo que leí, no sé dónde. Si dejas el coche en casa y vas a trabajar en transporte público un día a la semana (uno sólo) ahorras nada menos que un 20% de combustible, contaminación, ruido. Por algo se empieza.
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