Pocos temas hay ahora. Oigo la radio, donde muchas veces encuentro material para escribir aquí, pero ahora no hay mucho. Las olimpiadas (el espíritu olímpico está por encima de censuras o desgracias), de las cuales no diré nada, y la desgracia ocurrida hace tres días.
El avión MD-82, con número de vuelo JKK 5022 de Spanair y destino Gran Canaria, no llegó a su destino. De las más de 170 personas que volaban en él, han muerto 153 hasta la fecha, y el resto está gravemente herida.
Se ha publicado la lista de pasajeros, hay varios teléfonos con información.
A fecha de hoy, no sabemos mucho más. Ale, ya está.
¿A que he tardado muy poco en contar la noticia? Es cierto que se puede profundizar más, pero veo difícil encontrar la línea que separa lo correcto de lo que no lo es, lo interesante de lo superfluo. En los pocos días transcurridos han sido varias las veces en que lo que oía no me acababa de parecer correcto, interesante, necesario. Todas estas impresiones son las que intentaré reflejar aquí.
Abundan, sobre todo, las declaraciones de las víctimas. Nos enseñan su dolor, su llanto. Su mala suerte porque han perdido a varios miembros de una familia. No parece mucha noticia, la verdad. ¿Quién no estaría abatido, al ocurrirle algo así? ¿Nos aporta algo oírles llorar?
Se hacen especulaciones sobre lo ocurrido. Antes y después de la información de que las conclusiones tardarían semanas o meses en estar listas, oímos a testigos presenciales, supervivientes, ingenieros y otros enterados, aventurando. Me sorprendió, sobre todo, ver cómo ayer Telemadrid aventuraba sus propias hipótesis tras dar una vuelta por entre los restos del avión. De entre todo lo que se dice algunos detalles van quedando fijados; aun así, para los que no sabemos de aviones, lo que nos interesa está más allá, y eso lo tiene que decir alguien que sepa, no es tan fácil deducirlo a la vista de un resto de motor. Queremos saber, pero tiene que haber otra manera; ésta me huele un poco a chamusquina.
Los programas de radio tocan este tema sin parar; el día siguiente al suceso escuché uno al que la gente llamaba. Una persona contó cómo vivió un aterrizaje de emergencia que, por fortuna, terminó bien. Algunos defendían a Spanair, o a la tripulación de vuelo. El trabajo de éstos, que es todo lo que vemos de la compañía, hasta donde llegamos a ver, consiste en ser amables, sonreír y preocuparse de nuestro bienestar. Imagino que su dedicación, preparación y profesionalidad no tendrá mucho que ver con el accidente. Faltaría más. Eso sí, mucho ánimo les hará falta para seguir sonriendo en los próximos días, tras lo sucedido. Especialmente a quien le toque volar en ese vuelo, por mucho que ahora sea el JKK 5024, y probablemente con el mismo tipo de avión.
No es difícil oír algún comentario en el sentido de que en Spanair pasaban cosas muy feas (dicho por un familiar de alguien que trabaja allí), o dejar caer una posible relación entre lo sucedido y la situación de la empresa (hace poco ha llevado adelante un ERE, lo cual sugiere que su posición económica no es muy buena). Un buen periodismo de investigación habría usado estos indicios para indagar y llegar a unas conclusiones que, si son las que se sugieren, podrían haber resultado útiles antes de que ocurriera cualquier desgracia. Si no se investigó y no se consiguieron pruebas que demuestren nada, ¿con qué derecho se dice ahora lo que no se podía decir antes?
Tampoco faltaba la gente que llamaba para decir que, por algún descuido o cualquier otra cosa, cambiaron de plan a última hora y no volaron en ese avión. O que volaron el día anterior. Nos sorprende y maravilla la suerte de estas personas, pero las casualidades de este tipo son constantes (sólo que la mayoría de vuelos llegan a su destino).
Puede resultar interesante ir sabiendo qué ocurre con los que quedan. No sé si con los supervivientes (a quienes no conocemos a nadie, no nos dará más que para un ¡qué bien que se salvó! o ¡vaya por dios!), pero sí con los familiares y amigos. Uno, normalmente, no sabe qué ocurre en estos casos. De momento están reconociendo cadáveres, y haciendo pruebas de ADN. La gente sólo quiere que les entreguen los restos mortales de sus familiares (y no otros), y soluciones.
Sí, esta mañana una persona decía que no quería políticos a su alrededor, que lo que quería era soluciones. Supongo que con lo de los restos mortales y, luego, a la hora de que se exijan responsabilidades. Algo que, por desgracia, no está en la mano de quienes están sufriendo ahora mismo en IFEMA, más allá de hacer porque no se olvide el asunto.
No intento trivializarlo. No es que no lo sienta. No quiero quitarle hierro a lo sucedido. Sobre todo, para quienes han perdido a algún ser cercano, esta tragedia es más importante que cualquier otra. Pero, aunque parezca un número muy elevado de víctimas, si tomamos algo de distancia ya no parecen tantas: sólo el año pasado murieron 2.700 personas en la carretera. De a poquitos, un puñado por semana. A veces todos los ocupantes de un coche, todos ellos de una familia. Cada accidente, dejando a muchas personas destrozadas alrededor. ¿Imagináis que, cada lunes, comenzara un seguimiento similar? Quiénes han muerto, en qué hospitales están los heridos, declaraciones de los familiares, de quienes hicieron ese mismo viaje el mismo día...
1 comentario:
Completamente de acuerdo contigo. He optado por cambiar de canal cada vez que sale alguna noticia relacionada o apagar la tele.
Publicar un comentario