En la entrada anterior hablaba de una espiral sin salida, en que los bancos "fabrican" dinero y nosotros pagamos intereses, y no existe dinero suficiente para pagar lo que se debe.
En el vídeo que citaba dan alguna idea sobre cómo escapar. Dado que el problema radica en que el dinero se ha convertido en algo etéreo, sin ningún vínculo con nada material, hay que buscar "monedas" que sí estén vinculadas con un patrón físico. O, incluso, evitarlas.
Por lo primero apuestan los bancos de tiempo. La unidad monetaria es la hora de trabajo; vale lo mismo la hora de plancha, la de cuidar niños o la de desarrollar páginas web. Cada uno sabe hacer una cosa, y eso le puede hacer falta a otra persona.
Se trata de un concepto que, en cierto modo, parece pensado para plantearse en una comunidad cercana: la comunidad de vecinos, el barrio, el lugar de trabajo. Hay distintas páginas generalistas como ésta, que ofrecen ayuda a quienes quieran organizar y gestionar uno, así como información de los que ya hay. También hay quien piensa que, si el teletrabajo es posible, se puede hacer un banco de tiempo no presencial. En kroonos lo están intentando, desde hace poquito. Si quieres entrar y no tienes padrino que te invite, déjame un comentario y lo arreglamos.
Es una idea que avanzará lenta o rápidamente, pero está presente. Sin ir más lejos, El País relataba, hace una semana, una iniciativa de este tipo que está funcionando en el Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria (SACU) de la Universidad de Sevilla.
Otra forma de escapar del dinero es la del trueque. Todos tenemos cosas que nos han regalado, o que usamos en su momento, y ahora no utilizamos. Cambiarlas por otras parecidas es lo que propone cambia.es, poniendo en contacto a los usuarios de su web, o en los mercadillos de trueque que organiza de vez en cuando.
Y por último, la posibilidad de disfrutar de muchas cosas gratuitamente. Hay variadas páginas como Sin Dinero que recopilan cuanta actividad gratuita cae en sus manos: teatros, conciertos, pases de cine, lo que sea, si es gratis. O Comer por la patilla, cuyo nombre ya da una pista: fiestas de pueblo o de barrio, inauguraciones, y otros eventos en los que comer sin pagar.
La afición lectora puede quedar cubierta con las bibliotecas, o también con el bookcrossing, que más allá de dejar libros por la calle, consiste en formar una comunidad en la que los libros se prestan, cambian, o regalan (en inglés; hay un sitio afín en español aquí).
Y es difícil salir de este lío de dinero y consumo en el que estamos, pero ahora que se habla de las bancarrotas personales, de quienes no llegan a fin de mes, de aquellos que, en definitiva, se quedan fuera del sistema, todas estas iniciativas son valiosas. Y si a algún día a todos nos da por sacar el dinero del banco y resulta que no hay tanto, también nos puede venir bien.
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