2009/01/02

Nombres modernos

Es curioso cómo las modas afectan, incluso, a los nombres que se ponen a los niños y niñas que llegan al mundo. En tiempos, como la Iglesia mandaba más, una gran mayoría eran María algo, o José algo, o incluso Algo María o Algo Jesús. En cualquier caso, eran grandes fuentes de inspiración los ancestros, la Biblia, los patronos locales, o incluso el santoral.

Hace unos cuantos años recuerdo que se empezaron a oír Jasons, Jonathans, Jennifers o Samanthas. Me traen a la mente el estudio que realizaban en [en] Freakonomics; en cualquier caso, el estudio está realizado en Estados Unidos y no se puede extrapolar.

Por lo que oigo, desde hace unos años ya no se estilan mucho los nombres compuestos. Y aunque se lleven aún los clásicos, he oído de algunos menos comunes. De los recientes, conozco por ejemplo a Adriana, Noa, y Elsa, pero también a Patricia, Marcos o María. Mucho Daniel y Alejandro, también.

Lo de las modas, en cualquier caso, es algo asumido. Lo que nunca deja de sorprenderme es la necesidad de imaginar en qué estarían pensando algunos padres al poner nombre a sus hijos. El caso más reciente no es de los más graves, pero me resulta curioso.

En la radio, hace poco, entrevistaban a un padre, de nombre José. Su mujer, María, dio a luz el pasado 25 de diciembre. ¿A que no imagináis cómo llamaron al niño?

Pues no. No se conformaron con eso, sino que le quisieron poner Jesús José María. En el registro no les dejaron: resulta que los nombres compuestos sólo pueden serlo por dos nombres (obviamente, esta regla debe de ser posterior al nacimiento de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos). Se me antoja objeto de chanzas aunque, pensándolo bien, no de más que Bárbara, por ejemplo. Y menos que Socorro, desde luego.

En fin, que no les dejaron. Pero como lo tenían claro, le pusieron Chema Jesús. Que, por lo que se ve, ahora sí se puede. Lo de poner diminutivos, o cosas como ésta. Así que todos contentos. Hasta que el niño se convierta en alguien serio y respetable, y haya que aguantar la risa al preguntar por Don Chema.

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