Leo en el blog de Alberto Noguera una historia curiosa. No sé cómo será en otras partes, pero por aquí resulta muy habitual ver en las obras el cartel del vigilante gitano. He oído incluso de algún taller, construido cerca de un poblado, en el que la única manera de evitar que desapareciera material fue dejar la seguridad en manos de los gitanos. Que, en opinión de la gente del taller, eran los principales responsables de dichas desapariciones.
Pero ahora ha surgido un nuevo nicho de negocio. Se acabaron los monjes, los fracs y las panteras rosas. Ahora llega El cobrador gitano. Según uno de los tres fundadores de la empresa, los cobradores gitanos «son gente muy cualificada, con un manejo de la oratoria que para mí quisiera». Ante las preguntas que pueden surgir sobre esta "discriminación positiva", la opinión de la empresa es que están haciendo algo positivo por ellos: les están dando la oportunidad de un trabajo remunerado.
Entiendo la polémica. Mucho mensaje a favor de la integración, de la igualdad, y surge ahora una empresa donde, aunque no se diga, se está aprovechando una imagen, un estereotipo que, más o menos real, ahí está. Eso sí, también entiendo la visión de la empresa; ahora depende de cómo evolucione el negocio.
Pero me temo que ese factor diferenciador, apostar por la raza de los trabajadores y no en sus capacidades individuales, depende de que ese estereotipo se perciba como real. Si deja de ser así, serán una empresa más.
Sin olvidar, además, de que eso también es discriminación racial: imagino que sólo los gitanos podrán trabajar en dicha empresa. Y juraría que eso está prohibido por la ley...
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