Mucho se ha oído sobre el final de las bombillas incandescentes en favor de las CFL que, con una tecnología similar a los tubos fluorecentes, ofrecen 6 veces más luz para igual potencia, y una vida mucho mayor (a pesar de algunos). Quitando que son más caras, y pensando que el sobreprecio se compensa por el ahorro energético y la longevidad, tienen pocas pegas.
La que más se oye es que este tipo de lámparas contiene mercurio, un metal muy contaminante del que, evidentemente, habrá que deshacerse en algún momento.
Hablan en un boletín que envía [en] Eartheasy de este mercurio, en estos términos:
Una bombilla CFL contiene, por lo general, unos 5 mg de mercurio (aproximadamente la quinta parte del que contiene una pila de reloj normal, y menos de una centésima del que hay en un empaste dental de amalgama). Una central eléctrica emitirá 10 mg de mercurio para producir la electricidad que consume una bombilla incandescente en lugar de los 2,4 mg necesarios para mantener encendida una CFL el mismo tiempo. El beneficio neto de usar la bombilla más eficiente es positivo, especialmente si el mercurio de la bombilla fluorescente queda fuera de la cadena de residuos cuando la bombilla deja de funcionar.
Más información sobre las CFL, [en] aquí.
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